Amigos: Acabo de publicar el libro que llevaba bastante tiempo preparando. Se llama MENTIDERO DE MADRID
Cerca de 100 calles madrileñas dan pie a otros tantos poemas y a una serie de prosas con anécdotas, historias, leyendas y curiosidades de esta ciudad.
Os agradeceré que lo difundáis porque es un libro en el que el volcado mucho entusiasmo, mucho amor, mucho trabajo.
Puede ser un buen regalo para mucha gente que vive, sufre o disfruta en esta Villa y corte.
Gracias a todos.
Género: Poesía (más prosa)
ISBN-13:
978-84-84939691-0-3
Editorial:
Ediciones Rilke 2011
158 pgs. 12 €
Este libro
es un homenaje a mi ciudad natal. También un abuso porque utilizo sus calles y
rincones para intentar hablar al mismo tiempo que de ella, de otras cosas.
Se suceden
en este libro poemas con nombre de distintas vías y lugares madrileños, a veces
con algún subtítulo añadido.
Calles que
existen o que desaparecieron, plazas, parques, rincones, los personajes que
vivieron y los que viven, la historia y la leyenda… todo es a veces causa y las
más excusa para escribir poesía
Además, cada poema va acompañado de un breve texto en prosa donde se cuentan detalles, anécdotas, leyendas y datos de personajes
que tienen que ver con las calles y la historia de Madrid.
PARA ADQUIRIRLO
Librería Merced, C/ Libreros, 5, Junto a Gran Vía (915 316 878)
EDITORIAL LIBRERIA FENIX - CALLE CASTELLANA, 45 (913 199 346)
Librería Fuencarral – C/Ntra Señora de Valverde 21 (Barrio de Fuencarral)
Información en Editorial Rilke: 91 3453817
Página de la librería GEPA (Grupo Editorial Pérez-Ayala)
en Internet.
Página de la Librería webSite, en Internet.
En cualquier
librería dando la referencia del editor o el ISBN
(lo encargan sobre pedido)
Prepararé una presentación pública durante el primer trimestre del año. Os avisaré.
UNA MUESTRA DE POEMAS DE ESTE LIBRO
(con sus poemas y las notas de prosa que los acompañan)
UNA MUESTRA DE POEMAS DE ESTE LIBRO
(con sus poemas y las notas de prosa que los acompañan)
CALLE DEL ESPEJO
Aquel
espejo fue para la luz, para avisar del riesgo, para decir de lejos que acecha
el enemigo, para contar la vida y la sorpresa. Pero ya no hay espejos de esa
clase.
Ahora
todo es imagen y artificio, sensación de costumbre, gesto inútil, desgastado
mirar, reclamo, mentirosa apariencia.
Ahora
todo es espejo y disparate, manera de obligar a ser distinto, profesión del
engaño, tiempo muerto.
Si
vienen a atacarnos no servirá de nada ni el bruñido metal ni el vidrio con su
azogue.
Los
bárbaros vendrán y no estaremos a su altura, nos hallarán mirando escaparates, sorprendiendo
a la nube en la fachada, tercamente instalados en el baño colocando la mueca o
la corbata, afeitando el mentón o dando el rimel.
Y va a ser
imposible defendernos.
La calle del Espejo parece ser que
debe su nombre a que está asentada allí donde hubo una torre de las primeras fortificaciones
musulmanas, aprovechadas luego por los cristianos. En latín se llamaba spéculo
a dichas torres defensivas.
También se habla de que estas torres
se comunicaban y avisaban de posibles peligros a otras de la misma fortaleza o
de poblaciones próximas con señales hechas con fuego o espejos según fuera
noche o día. Aunque esta práctica también fuera habitual en las tierras
defensivas medievales a las que pertenecía la ciudad de Mayrit, la opción,
respecto de que diera nombre a esta calle no está del todo confirmada. Es más
lógica la derivación latina.
Posiblemente la torre a la que se
refiere pertenecía no a la primera muralla de la al-mudaina del Emir Muhammad
I, sino a los refuerzos construidos en tiempos del Califa Abd al Rahmman III
(primera mitad del siglo X) tras la ocupación por muy breve tiempo que realizó
Ramiro II de León en el año 932, quien abandonó la ciudad tras saquearla. Madrid
seguiría siendo fortaleza musulmana hasta la conquista definitiva de Alfonso VI
en fecha incierta (de 1083 a 1085)
CALLE DE
ECHEGARAY
(Antes calle del Lobo)
A Lina Lence y Luis
Gracia
Nadie debiera
soportar más peso
del que tiene
su propia dignidad.
Impedid que
los lobos acumulen
la conciencia
y la vendan como suya.
Son lobos
mercaderes, ya sabéis,
mercachifles
del mundo, poderosos
ahítos de
soberbia, tomadores
del dos, del
tres, de todo, con permiso
de otros que
más que lobos son raposas.
Disfrazados
de honor y de justicia,
revestidos de
leyes a su altura.
Su dignidad
es sólo su poder,
no pesa nada,
es pluma, polvo y aire;
los aligera y
los encumbra siempre
por encima de
todo lo que es justo.
(Los lobos
aullarían por la comparación)
La calle de Echegaray se llamó en
tiempos calle del Lobo. Se dice que el nombre se debía a un lobo disecado que
tenía un taxidermista colgado en la puerta como reclamo de su negocio. Se hizo
aún más famoso por la siguiente leyenda:
Los muchachos se divertían en golpear al
lobo y salir huyendo. Cierto día, uno de aquellos mozalbetes tuvo la mala
suerte de desgarrar la piel provocando que saliese algo del relleno. El dueño,
harto de aquellos juegos, salió tras el muchacho y le propinó una cuchillada,
tal vez con una de las leznas de su oficio.
Dicen que la madre cogió a su hijo en
brazos y corrió por la calles buscando alguien que curase la peligrosa herida.
Pasó por una ventana baja tras la que trabajaba el escultor Francisco de
Albornoz restaurando una imagen de la Virgen María. Al ver la estatua, la
angustiada madre se encomendó a ella y milagrosamente su hijo curó.
Aquella imagen se llamaría después Nuestra
Señora de las Maravillas y daría nombre al barrio de Madrid que algunos llaman
erróneamente Malasaña.
Y como las historias se acumulan,
señalemos que dicha imagen había venido, en el siglo XVII, de la zona de
Rodasviejas, en Salamanca, de donde la habían retirado por estar su ermita en
muy mal estado. Un paisano que se la quedó la trajo en la albarda de su burro a
Madrid y al no poder pagar el portazgo, dejó la imagen en prenda y esta, tras
varios propietarios, terminó en manos de Ana de Carpio, esposa del escultor que
la reparó. Con el tiempo pasó al convento de carmelitas, del que hoy queda la Iglesia de Nuestra Señora de las
Maravillas y los Santos Niños Justo y Pastor, junto a la Plaza del 2 de Mayo.
Allí recibió la imagen su nombre de “Maravillas” tal vez por las flores de este
tipo en el jardín conventual o por el canto del Magníficat: “El Señor hizo en mí, maravillas…”
EL CALLEJÓN DEL
INFIERNO
(Ahora, Calle Arco del Triunfo)
“A qué extremo habrán llegado
los asuntos de este reino
cuando es preciso ensanchar
el Callejón del Infierno.”
(Gregorio de Salas)
No sirve
preguntárselo: está claro
que el mundo
va crecido en su locura.
El progreso
de pocos es la trampa
que esconde
la miseria para muchos.
¿De qué sirve
que alguno se acicale
si el
maquillaje va en tarro pequeño
y no es posible
maquillarlo todo?
Haced más
ancho el callejón angosto
y que circule
toda la miseria,
pero no
dejará de pasar nunca.
La calle, o más bien callejón, Arco del Triunfo, recuerda la
victoria que los milicianos obtuvieron en 1822, durante el Trienio Liberal, luchando
en aquella zona de la Plaza Mayor contra las tropas de la Guardia Real que,
instigada por el artero Fernando VII, trataban de imponer de nuevo el
absolutismo, lo que se consiguió un año después con la ayuda de los Cien Mil
Hijos de San Luis franceses.
El primer nombre popular que se dio a
este acceso a la Plaza Mayor fue Callejón del Infierno, porque al parecer actuó
como chimenea de grandes llamaradas en uno de los varios incendios que sufrió
la plaza. Tras uno de ellos, para evitar dicho peligro y para facilitar el paso
de las caballerías y los carros pequeños, se hicieron obras de ensanchamiento.
De ahí la copla epigramática de Gregorio de Salas que pone cita al poema (“ensanchar el infierno”)
En algún momento también se la llamó
Calle del Peso Real por estar allí la oficina de pesos inmediata a la Casa de
la Panadería
El cura Martín Merino, famoso por su
intento frustrado de asesinar a Isabel II vivió en el número dos de esta calle.
Diremos de paso que la reina se salvó de que la cuchillada del cura fuese más
profunda y mortal, por la gruesa tela recamada de su vestido y por las ballenas
del corsé que sujetaba sus generosas carnes.
GLORIETA DEL ÁNGEL
CAÍDO
“...este
pobre cabrito del sótano
me sirve si
acaso de merienda.
No voy a
darle mi alma
a un tipejo
envidioso.”
(Enrique
Valle)
A Enrique Valle
Para vender
mi alma a este fulano
tendría que
hacer —él— muchos más méritos.
Y, para qué
engañarnos, el muy torpe
anda
desorientado en estos tiempos,
el mismo
Vaticano le confunde
—“ahora
existe”, “ahora no”, ¿qué juego es este?—.
Así no hay
quien apruebe oposiciones
a notario del
mal y sus infiernos.
Cualquier
político del tres al cuarto,
aspirante a
fingidas democracias
le deja como
a un niño con pañales;
cualquier
malvado de los que circulan
ahora por el
mundo, le supera.
No hay hijo
de vecino que no luzca
más méritos,
más cuernos y más rabo,
más pezuñas y
más olor a azufre.
Cayó del
cielo y ahora de la tierra:
¿dónde se va
a meter el pobre diablo?
No le hace
caso ni su madre, así
que el alma
me la guardo, y punto en boca,
para alguna
ocasión que lo merezca.
Esta glorieta, dentro del Parque del
Retiro, recibe su nombre de la estatua dedicada al diablo que hay en su centro.
Es obra del escultor Ricardo Bellver,
realizada en 1878, e instalada en su lugar siete años después.
En aquel entorno estuvo la antigua
ermita de San Antonio Abad, lugar de mucha devoción y notables romerías y
tradiciones, incluidas las famosas “carreras de cerdos”. Posteriormente se
edificó la Fábrica de Porcelanas de Carlos III, destruida por los franceses
durante la Guerra de la Independencia, dejando un solar que luego ocuparía la
glorieta y su estatua.
Hay otras estatuas del diablo en el
mundo pero parece que esta es la única que se erige en una plaza pública y con
dicho nombre. Sí existen en algunas ciudades calles que se llaman “del diablo”,
o como la famosa “De la faltriquera del Diablo”, en Lima.
Los
aficionados al esoterismo disfrutan al saber que esta glorieta madrileña con su
bella estatua al diablo está situada exactamente a 666 metros sobre el nivel
del mar.