20 dic 2011

LIBRO SOBRE MADRID (datos,compra, muestra)


Amigos: Acabo de publicar el libro que llevaba bastante tiempo preparando. Se llama MENTIDERO DE MADRID
Cerca de 100 calles madrileñas dan pie a otros tantos poemas y a una serie de prosas con anécdotas, historias, leyendas y curiosidades de esta ciudad.
Os agradeceré que lo difundáis porque es un libro en el que el volcado mucho entusiasmo, mucho amor, mucho trabajo.
Puede ser un buen regalo para mucha gente que vive, sufre o disfruta en esta Villa y corte.
Gracias a todos.

Género: Poesía (más prosa)

ISBN-13: 978-84-84939691-0-3
Editorial: Ediciones Rilke 2011

158 pgs.     12 €

Este libro es un homenaje a mi ciudad natal. También un abuso porque utilizo sus calles y rincones para intentar hablar al mismo tiempo que de ella, de otras cosas.
Se suceden en este libro poemas con nombre de distintas vías y lugares madrileños, a veces con algún subtítulo añadido.
Calles que existen o que desaparecieron, plazas, parques, rincones, los personajes que vivieron y los que viven, la historia y la leyenda… todo es a veces causa y las más excusa para escribir poesía
Además, cada poema va acompañado de un breve texto en prosa donde se cuentan detalles, anécdotas, leyendas y datos de personajes que tienen que ver con las calles y la historia de Madrid.

PARA ADQUIRIRLO

Librería Merced, C/ Libreros, 5, Junto a Gran Vía (915 316 878)
EDITORIAL LIBRERIA FENIX - CALLE CASTELLANA, 45  (913 199 346)

Librería Fuencarral – C/Ntra Señora de Valverde 21  (Barrio de Fuencarral)



Información en Editorial Rilke:  91 3453817
Página de la librería GEPA (Grupo Editorial Pérez-Ayala) en Internet.

Página de la Librería webSite, en Internet.

En cualquier librería dando la referencia del editor o el ISBN
(lo encargan sobre pedido)

Prepararé una presentación pública durante el primer trimestre del año. Os avisaré.

UNA MUESTRA DE POEMAS DE ESTE LIBRO 
(con sus poemas y las notas de prosa que los acompañan)


CALLE DEL ESPEJO

Aquel espejo fue para la luz, para avisar del riesgo, para decir de lejos que acecha el enemigo, para contar la vida y la sorpresa. Pero ya no hay espejos de esa clase.

Ahora todo es imagen y artificio, sensación de costumbre, gesto inútil, desgastado mirar, reclamo, mentirosa apariencia.
Ahora todo es espejo y disparate, manera de obligar a ser distinto, profesión del engaño, tiempo muerto.

Si vienen a atacarnos no servirá de nada ni el bruñido metal ni el vidrio con su azogue.
Los bárbaros vendrán y no estaremos a su altura, nos hallarán mirando escaparates, sorprendiendo a la nube en la fachada, tercamente instalados en el baño colocando la mueca o la corbata, afeitando el mentón o dando el rimel.

Y va a ser imposible defendernos.


La calle del Espejo parece ser que debe su nombre a que está asentada allí donde hubo una torre de las primeras fortificaciones musulmanas, aprovechadas luego por los cristianos. En latín se llamaba spéculo a dichas torres defensivas.
También se habla de que estas torres se comunicaban y avisaban de posibles peligros a otras de la misma fortaleza o de poblaciones próximas con señales hechas con fuego o espejos según fuera noche o día. Aunque esta práctica también fuera habitual en las tierras defensivas medievales a las que pertenecía la ciudad de Mayrit, la opción, respecto de que diera nombre a esta calle no está del todo confirmada. Es más lógica la derivación latina.
Posiblemente la torre a la que se refiere pertenecía no a la primera muralla de la al-mudaina del Emir Muhammad I, sino a los refuerzos construidos en tiempos del Califa Abd al Rahmman III (primera mitad del siglo X) tras la ocupación por muy breve tiempo que realizó Ramiro II de León en el año 932, quien abandonó la ciudad tras saquearla. Madrid seguiría siendo fortaleza musulmana hasta la conquista definitiva de Alfonso VI en fecha incierta (de 1083 a 1085)


CALLE DE ECHEGARAY 
(Antes calle del Lobo)

A Lina Lence y Luis Gracia

Nadie debiera soportar más peso
del que tiene su propia dignidad.

Impedid que los lobos acumulen
la conciencia y la vendan como suya.
Son lobos mercaderes, ya sabéis,
mercachifles del mundo, poderosos
ahítos de soberbia, tomadores
del dos, del tres, de todo, con permiso
de otros que más que lobos son raposas.
Disfrazados de honor y de justicia,
revestidos de leyes a su altura.
Su dignidad es sólo su poder,
no pesa nada, es pluma, polvo y aire;
los aligera y los encumbra siempre
por encima de todo lo que es justo.

(Los lobos aullarían por la comparación)

  
La calle de Echegaray se llamó en tiempos calle del Lobo. Se dice que el nombre se debía a un lobo disecado que tenía un taxidermista colgado en la puerta como reclamo de su negocio. Se hizo aún más famoso por la siguiente leyenda:
Los muchachos se divertían en golpear al lobo y salir huyendo. Cierto día, uno de aquellos mozalbetes tuvo la mala suerte de desgarrar la piel provocando que saliese algo del relleno. El dueño, harto de aquellos juegos, salió tras el muchacho y le propinó una cuchillada, tal vez con una de las leznas de su oficio.
Dicen que la madre cogió a su hijo en brazos y corrió por la calles buscando alguien que curase la peligrosa herida. Pasó por una ventana baja tras la que trabajaba el escultor Francisco de Albornoz restaurando una imagen de la Virgen María. Al ver la estatua, la angustiada madre se encomendó a ella y milagrosamente su hijo curó.
Aquella imagen se llamaría después Nuestra Señora de las Maravillas y daría nombre al barrio de Madrid que algunos llaman erróneamente Malasaña.
Y como las historias se acumulan, señalemos que dicha imagen había venido, en el siglo XVII, de la zona de Rodasviejas, en Salamanca, de donde la habían retirado por estar su ermita en muy mal estado. Un paisano que se la quedó la trajo en la albarda de su burro a Madrid y al no poder pagar el portazgo, dejó la imagen en prenda y esta, tras varios propietarios, terminó en manos de Ana de Carpio, esposa del escultor que la reparó. Con el tiempo pasó al convento de carmelitas, del que hoy  queda la Iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas y los Santos Niños Justo y Pastor, junto a la Plaza del 2 de Mayo. Allí recibió la imagen su nombre de “Maravillas” tal vez por las flores de este tipo en el jardín conventual o por el canto del Magníficat: “El Señor hizo en mí, maravillas…”



EL CALLEJÓN DEL INFIERNO
(Ahora, Calle Arco del Triunfo)

“A qué extremo habrán llegado
los asuntos de este reino
cuando es preciso ensanchar
el Callejón del Infierno.”
(Gregorio de Salas)

No sirve preguntárselo: está claro
que el mundo va crecido en su locura.
El progreso de pocos es la trampa
que esconde la miseria para muchos.
¿De qué sirve que alguno se acicale
si el maquillaje va en tarro pequeño
y no es posible maquillarlo todo?

Haced más ancho el callejón angosto
y que circule toda la miseria,
pero no dejará de pasar nunca.


La calle, o más bien callejón, Arco del Triunfo, recuerda la victoria que los milicianos obtuvieron en 1822, durante el Trienio Liberal, luchando en aquella zona de la Plaza Mayor contra las tropas de la Guardia Real que, instigada por el artero Fernando VII, trataban de imponer de nuevo el absolutismo, lo que se consiguió un año después con la ayuda de los Cien Mil Hijos de San Luis franceses.

El primer nombre popular que se dio a este acceso a la Plaza Mayor fue Callejón del Infierno, porque al parecer actuó como chimenea de grandes llamaradas en uno de los varios incendios que sufrió la plaza. Tras uno de ellos, para evitar dicho peligro y para facilitar el paso de las caballerías y los carros pequeños, se hicieron obras de ensanchamiento. De ahí la copla epigramática de Gregorio de Salas que pone cita al poema (“ensanchar el infierno”)

En algún momento también se la llamó Calle del Peso Real por estar allí la oficina de pesos inmediata a la Casa de la Panadería
El cura Martín Merino, famoso por su intento frustrado de asesinar a Isabel II vivió en el número dos de esta calle. Diremos de paso que la reina se salvó de que la cuchillada del cura fuese más profunda y mortal, por la gruesa tela recamada de su vestido y por las ballenas del corsé que sujetaba sus generosas carnes.



GLORIETA DEL ÁNGEL CAÍDO

                                   “...este pobre cabrito del sótano
                                   me sirve si acaso de merienda.
                                   No voy a darle mi alma
                                   a un tipejo envidioso.”
                                   (Enrique Valle)

                                                                       A Enrique Valle

Para vender mi alma a este fulano
tendría que hacer —él— muchos más méritos.
Y, para qué engañarnos, el muy torpe
anda desorientado en estos tiempos,
el mismo Vaticano le confunde
—“ahora existe”, “ahora no”, ¿qué juego es este?—.
Así no hay quien apruebe oposiciones
a notario del mal y sus infiernos.
Cualquier político del tres al cuarto,
aspirante a fingidas democracias
le deja como a un niño con pañales;
cualquier malvado de los que circulan
ahora por el mundo, le supera.
No hay hijo de vecino que no luzca
más méritos, más cuernos y más rabo,
más pezuñas y más olor a azufre.
Cayó del cielo y ahora de la tierra:
¿dónde se va a meter el pobre diablo?

No le hace caso ni su madre, así
que el alma me la guardo, y punto en boca,
para alguna ocasión que lo merezca.


Esta glorieta, dentro del Parque del Retiro, recibe su nombre de la estatua dedicada al diablo que hay en su centro.
Es obra del escultor Ricardo Bellver, realizada en 1878, e instalada en su lugar siete años después.
En aquel entorno estuvo la antigua ermita de San Antonio Abad, lugar de mucha devoción y notables romerías y tradiciones, incluidas las famosas “carreras de cerdos”. Posteriormente se edificó la Fábrica de Porcelanas de Carlos III, destruida por los franceses durante la Guerra de la Independencia, dejando un solar que luego ocuparía la glorieta y su estatua.
Hay otras estatuas del diablo en el mundo pero parece que esta es la única que se erige en una plaza pública y con dicho nombre. Sí existen en algunas ciudades calles que se llaman “del diablo”, o como la famosa “De la faltriquera del Diablo”, en Lima.
Los aficionados al esoterismo disfrutan al saber que esta glorieta madrileña con su bella estatua al diablo está situada exactamente a 666 metros sobre el nivel del mar.