Monumento a Cascorro, en la cabecera del Rastro madrileño
RIBERA DE CURTIDORES
(“El Rastro”)
“Somos todo lo honrados que usted quiera
creer”
(Patxi Andión)
Hay
lugares extraños donde el vidrio reluce como los pies de un santo, y los santos
se agrupan en madera o en sueño, y los sueños recuerdan al óxido y al grito, y
los gritos no saben más que de profecías.
Hay
lugares donde las profecías son artificio y cruz, y las cruces aún buscan su
cristo o su pasado, y el pasado es ahora y es mañana, y mañana es ayer, y ayer
huele a silencio y a cerveza.
Hay
lugares donde toda cerveza busca el canto, y el canto tiene agujas en las
manos, y la mano se afana.
Hay
lugares donde el afán es múltiple y redondo, y lo redondo tiene forma de
estuche, y los estuches contienen el recuerdo y sus perlas, y las perlas son
ojo de cristal, el ojo de cristal mira con insolencia, y la insolencia a veces
desayuna.
Hay
lugares donde se desayuna con los viejos cacharros de la infancia, y la
infancia es un globo, un tirachinas, una capucha verde, y la capucha entiende
de las lluvias en todos los relojes, a pesar de ser verde.
Hay
lugares donde el reloj no importa más que el aire de la mano, su dorso, su
dibujo, su talento que ofrece, toma, quita o da. Y la mano se afana.
Hay
lugares donde el afán es página de libro, y el libro sabe todas las respuestas,
y las respuestas callan y compran un lápiz de colores, y el color es tan ciego
como algunas cucharas, y las cucharas tienen triste los párpados, y el párpado
es tristeza en un salero, y el salero es azul.
Hay
lugares donde el azul recuerda que fue rojo, y el rojo anda buscando su camisa,
y la camisa juega con el plato, y el plato es cerámica esmaltada, y el esmalte
conoce un corazón de niña, y la niña se duerme en la trastienda, y la
trastienda es gato cascabel de gato.
Hay
lugares extraños donde los cascabeles suenan a concierto de espuma, y la espuma
es la mano. Y la mano se afana.
La ribera de Curtidores toma el nombre
de los muchos trabajadores de este oficio que había en la zona. Por allí cerca se
instaló el primer matadero municipal a finales del siglo XV (luego más abajo,
junto al río) y por allí subían los carromatos con reses muertas hacia las
zonas de las carnicerías cercanas a la Plaza Mayor o el barrio de Lavapiés
cuando, tras la expulsión, ya no era la judería madrileña.
El rastro de sangre que
inevitablemente teñía el suelo de aquel camino dio nombre a la zona y luego al
mercado de objetos viejos que es el famoso Rastro madrileño.
Es lógico que en todo ese entorno de
las afueras con arroyos que bajaban hacia el río se situasen —siglo XV y
siguientes— mataderos, talleres de curtidores, carnicerías e incluso cuchillerías
y vaciadores. El agua era para ellos especialmente necesaria.
Resulta
curioso que el verbo afanar sea básicamente entregarse al trabajo con esfuerzo
y vehemencia pero se use también, vulgarmente, con el significado de hurtar o
estafar. Ambas condiciones se dan en el famoso Rastro madrileño.