26 ago 2008

CRÓNICAS DEL LABERINTO

Portada de "Contrafábula" que incluye también "Crónicas del laberinto" cuya primera edición está agotada.

CRÓNICAS DEL LABERINTO

Este libro obtuvo el Premio Feria del Libro de Madrid, en su primera edición. Lo publicó la propia Feria, 1992, con prólogo de Juan Van-Halen

El jurado, de auténtico lujo, estaba compuesto por José Hierro, Rafael Montesinos, Claudio Rodríguez, Félix Grande, Fernando Beltrán, Juan Van-Halen, Eduardo Huertas y Carlos Arés)

Fue el libro con el que “volví a la vida” poética, que casi había abandonado desde 1973 cuando salió mi primer libro, “ENCUENTROS” que había sido accésit del Premio Adonáis. El porqué de tan larga y extraña ausencia, junto a otras historietas lo cuento en el prólogo de “CONTRAFÁBULA, POESÍA REUNIDA 1973-2004) (Sial, Madrid, 2004)

CRÓNICAS DEL LABERINTO se agotó en su día. Se encuentra completo en CONTRAFÁBULA” junto con mis otras ocho primeras publicaciones también agotadas.
Para adquirir : www.agapea.com

ALGUNOS POEMAS DE CRÓNICAS DEL LABERINTO


EL SEXTO DIA
Dios dibujó sus párpados con ocre de la tarde
y con un leve gesto de la mano
domesticó la sangre para siempre.
A partir de los últimos sollozos
de la nada
hizo nacer un corazón de bestia,
una espalda de arcángel desterrado,
una brizna de luz
en un caparazón de sueños y preguntas.
El dolor se hizo carne ensimismada
y comenzó la cuenta de los días.


«ESTÁN LOCOS ESTOS ROMANOS», DICE OBELIX

Las batallas las ganan los más fuertes,
pero no es importante ganar una batalla.
Lo que importa de veras
es jugar en el barro con los zapatos nuevos,
o acudir tarde a clase de francés
porque hoy no llueve.

Una vez puesta la bandera
en la torre más alta del castillo,
lo verdaderamente bueno
es comer palomitas frente al televisor,
rascando las orejas del perro de la casa,
y esperar a que llegue, sin más cuentos,
la hora de la cena.


"EPPUR SI MUOVE"
La ropa a veces, mientras duermo, se me marcha a la calle,
juega en parques lejanos y navega columpios,
siempre termina en algún bar
donde a los camareros, anfibios de fatiga, no les importa nada
que las últimas copas de la noche
resbalen por un cuello de camisa
que no lleva cabeza.
Suelen ser húmedas las calles,
por eso viene luego mi ropa destemplada, tose por el pasillo,
y me despierta,
cuenta extrañas historias de relojes
acudiendo a su cita con el tiempo de nadie. Casi nunca la entiendo.
Dice que hay un ilustre papagayo
que se mira las plumas en el borde afilado de las últimas luces.
Entre sueños me esfuerzo en regañarla,
le digo que no es hora de andar con cuentos raros,
que como tantas veces me quedaré despierto por su culpa.
Ella siempre sonríe
como un niño más triste y más travieso que la luna
y se vuelve a dormir
en el respaldo de una silla.


UNA NIÑA DE AZUL CON UN PLUMIER DE PINO
Ha muerto en Conde Duque
una niña de azul con un plumier de pino.

Es una vieja estúpida la noche de Madrid, una mueca sin dientes que recuesta su rictus de sonrisa en las aceras.
A lo lejos,
detrás de tanta fiebre de tejados,
hay un jardín con úlceras, con hambre, que golpea el perfume de café,
la tos de una muñeca
que se perdió en el fondo de la tarde. Jeringuilla de plástico y mentiras.

Me subo el cuello del abrigo,
no hay nada que decir, poco que hacer. Fatiga.
Pasa un ruido descalzo de autobuses
que dibuja la sangre para fotografías de turismo.
Cerca quizás, para qué buscar lejos, hay alguien que se gana la piel tostada y limpia
con el pálido labio
de esta niña sin horas que cambiaba sus sueños por un grito en el brazo.

Me detengo a buscar por los bolsillos cualquier cosa,
un poco de tabaco, calor para las uñas,
refugio contra el miedo,
y esas muchachas tímidas pasan corriendo como siempre,
novias tontas que han de llegar a casa sin mirar las paredes don­de todo se vende con rápida sonrisa.
Calle de la Princesa, veloz la luz, el aire, el agua que mañana llegará hasta la plaza.
Pero la niña azul no corre.


UN LIBRO DE MAYAKOWSKY
EN LA MESILLA CON UN FONDO DE BLUES


Ha descolgado su teléfono
pero ya no es capaz de recordar el número preciso.

La cortina se mueve dulcemente,
cadera de bordados que acaricia la luz tras la ventana.
A lo lejos
suenan las voces de los niños
que el otoño conoce por sus nombres. Huele a lluvia tranquila.

Su mano izquierda ha conseguido
marcar el número imposible. Hacía tanto tiempo...

Un hilo de sirenas, como siempre,
va cosiendo la tarde
para que no le cuelguen los harapos,
para que la ciudad no se deshaga como un muñeco antiguo.

Los pitidos son largos y monótonos,
melancólico blues que se riza en los cables de la desesperanza.

La prensa de mañana contará muchas cosas,
disputas de políticos, nuevos descubrimientos,
los últimos apuros del banquero de moda, asuntos importantes;
pero no habrá entendido
que la noche es un pájaro lleno de certidumbre,
que de nuevo «la barca del amor
se estrelló sin remedio contra la vida cotidiana».

Nadie cogió el teléfono.
La tristeza quedó junto al balcón abierto como una enredadera.

En el húmedo asfalto, un reguero de sangre
va dibujando poco a poco
el silencio.


CANCIÓN DE AMOR

La duda tiene nombre de mujer
con ojos tristes,
es hija de la luz y los espejos,
besa como jamás besó su hermana la certeza,
y a veces, por la tarde, se viste con un traje de alquitrán
y acapara la noche.

Es una puta descarada que nos sonríe por oficio,
una perfecta zalamera
de la que nos enamoramos
cuando por vez primera nos parece que ya somos poetas.
Luego siempre se encarga
de romper en pedazos el cristal del orgullo,
de hacer que se nos crispe la risa por venir.

Está loca,
se ha metido en mi cama con un ciego susurro
de besos de jengibre
y ha violado mis sueños más hermosos.
Despertaré mañana, estoy seguro, con resaca de noche malograda,
la voz entumecida
y una larga distancia respirando en mi boca.

Es para odiarla ...
pero la quiero tanto...


TERCERA CRÓNICA DEL GUARDIÁN
(El Hechicero)

"... Ma se senza ingiuria vostra io potessi fruirlo, rendetevi certo che saria in me quella letizia ch'essere in alcun uomo sia possibile." (Ludovico Ariosto, Il Negromante) (1)
El hechicero acaba su tarea,
acaricia su barba satisfecho
y sus labios se curvan en lánguida sonrisa
—la que debe tener todo alquimista que aprecie su trabajo—.

La luna se despide como un guiño
de los últimos juegos de la noche.
La lechuza es un bus que aún lleva luces
y susurra un final, como Louis Armstrong, de Jazz expresionista.


Recoge los papeles, guarda todas las fórmulas en verso
tras el aparador de palisandro
mientras un gato insomne y circunspecto,
con el lomo de azúcar y de miel, afirma silencioso
que él ya lo sabe todo
Va tapando los frasco uno a uno,
los matraces de esencia,
las redomas con uña de lagarto y ese polvo amarillo de mandrágora
que hace azules los sueños.

El horizonte empieza a recitar
una canción de cuna para la espalda de la noche.
Es hora de acabar los sortilegios,
que descanse el mercurio en su probeta y el ala de murciélago en el aire.
Los Rollings sustituyen al Cármina Burana.

El hechicero cuelga el mandilón,
se cambia de zapatos, deja su gorro frigio en un estante,
anuda su corbata de seda milanesa,
y se va a la oficina como todos los días.


(1) "...Pero si yo pudiera disfrutarlo sin ofenderos, estad seguros de que sería dueño de la mayor alegría que hombre alguno pueda poseer."



CRÓNICA DE LOS HÉROES
Escucha Guilgamésh,
Uruk, donde los cedros abrigaban tu trono,
ya no existe.
La serpiente comió la verde rama de la inmortalidad
y nada ha vuelto a ser lo mismo.
Los héroes como tú no tienen una hazaña que llevarse a la espada.

Ulises está lejos,
se ha perdido en las islas olvidadas,
al norte del estrecho que las sirenas cosen con su canto,
y ahora es Indiana Jones quien regresa a su casa
silbando una canción de Tina Turner;
arañas hacendosas, en los techos del mundo, ven pasar su sombrero.

A Robin Hood le tiembla el pulso
y el Pequeño Gran Juan da clases de gimnasia
para artistas de Hollywood.
Aquiles, el aqueo, el de los pies veloces,
tiene artritis y tose con frecuencia, el talón le ha crecido,
y anda vendiendo vasos de cerámica
para turistas sudorosos.
Ahora es Superman el que más corre, el que vuela,
el que sujeta un mundo con sus manos
mientras Atlas se sienta en un banco del parque
para dar de comer a la palomas.

A Sanson le ha vencido Schwarzenegger,
al que incluso le pagan una buena fortuna por luchar con los malos
sin que le caiga encima un templo.
Guillermo Tell quedó para contar sus aventuras
a unos nietos que piensan en binario
y ya no le comprenden.

Conan, el gran cimerio; San Jorge y su dragón;
Sigfrido el valeroso, que también tuvo el suyo como tantos;
el propio Peter Pan, que al final ha crecido;
y tu amigo Enkidú,
y el mismo Don Quijote de la Mancha,
Todos los esforzados paladines de mi mesa camilla,
están haciendo cola
para ver si les dan el subsidio de paro.

Y es que los viejos héroes se han pasado de moda,
desconocen el flujo misterioso de los ordenadores
y dan siempre al botón equivocado.

Escucha, Guilgamésh, amigo mío,
deja que el mundo siga con sus horteras veleidades
y no le des más vueltas.
Sentémonos al sol, fuma de mi tabaco.
Sonreiremos.



ÚLTIMA CRÓNICA DEL GUARDIÁN
(En la Ciudad Abandonada, algún día del Tiempo Nuevo)


Para nadie este sol que adelgaza la tarde entre ventanas.
Sólo para la hormiga
que recita los salmos más antiguos.
Sólo para la araña de vientre milagroso
que hace de la liturgia su despensa.
Sólo para los juncos,
bebedores de ácido y fosfato.
Sólo para el gusano taciturno,
considerando siempre los pequeños asuntos de la tierra.

Para nadie la muerte dibujada en los muros asustados
de esta ciudad sin niños.
Sólo para la rata de los ojos enfermos
por los siglos de sombra.
Sólo para el zapato solitario,
mudo testigo de una estirpe
suicida.
Sólo para este polvo que dejó la locura,
monarca indiscutible de las calles,
sin dueño y sin futuro.
Sólo para este sucio laberinto con las cuencas vacías.
Sólo para mis manos, escoria enamorada,
que dejarán muy pronto esta tarea.

Para nadie.

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